viernes, 23 de enero de 2009

Los diez políticos con rostros más chantas

Con un formato similar al que el bichi Gabrilo utiliza en su blog para rankear todo lo que se le cruce delante de sus ojos, me he detenido en clasificar a los personajes más chantas, con la clasificación aparte de su procedencia laboral, es decir, si provienen o no del mundo de la política (quizás en un futuro tenga que separar las clasificaciones a partir de si son o no periodistas deportivos).

He aquí un ranking con fotos incluidas de los 10 personajes más chantas de la política uruguaya. Hay caras de todos los partidos y también hay casi tantas mujeres como hombres, cifra un tanto preocupante si tenemos en cuenta las diferencias de género en las actuales cámaras. Con esto no se intentó desprestigiar a ningún partido político, ni tampoco degradar a algunas figuras públicas, sino simplemente evaluar las caras de zorros de los protagonistas políticos de nuestro país. El criterio de clasificación es en su totalidad subjetivo y acepto sugerencias sobre rostros que no he incluido o también sobre el orden del ranking.

10. IGNACIO DE POSADAS (PN)

Anteayer me fui a pasar el día a Atlántida. Caminaba junto a un amigo para tres cruces, mientras me hacía comentarios sobre la cara de De Posadas. "Tiene cara de viejo mala gente, de aburrido, de un tipo que es mala leche por gusto". Apenas volví del viaje tuve la intriga de buscar la cara del personaje y la verdad es que la descripción de mi amigo estaba en lo cierto, pero a su vez me generaba un plus de político de chanchullos, de licitaciones ocultas y ahorros ilícitos en bancos suizos. Era una cara más como de malo de películas de gangsters, de esos de la época de la ley seca en Estados Unidos, que ametrallan de chaleco y pasan el día fumando habanos.




9. CARLOS SIGNORELLI (PC)

Perteneciente al Foro Batllista, actualmente está en manos de la justicia por irregularidades en la utilización de fondos públicos durante su gestión en la Intendencia de Artigas (2000-2004). Recuerdo que hace algunos años estaba boludeando en mi PC cuando mi hermano vino a contarme la noticia. Al verle el rostro en el google no pude contener la risa. La cara de chanta que tenía me hizo pensar bastante mal de los artiguenses; no era necesario demasiado sentido común para darse cuenta que nunca tendrían que haber elegido a este personaje como intendente.


8. MARÍA JULIA MUÑOZ (FA)


La ministra de salud pública tiene un rostro afín al de las típicas zorras de izquierda. Su cara de directora de Escuela Pública hace pensar que tiene un sinfin de encuentros casuales día a día en los que debe fingir ser simpática. Su sonrisa connota una felicidad trucha, detrás de la cual se esconden intereses mezquinos que poco tienen que ver con lo que su gestión promueve. A su vez, Muñoz se caracteriza por una forma de hablar muy lenta y pastosa, que hacen pensar que se trata de una persona completamente inoperante para su cargo. En la foto se la puede ver visitando al director de "Canela y su Baracutanga", Julio Sosa "Canela", en un lugar que a juzgar por su estética parece más afín a un hospital psiquiátrico que a un sanatorio.


7. JULIA POU (PN)


Es inviable votar a Lacalle luego de observar el rostro de su mujer, la impopular Julita Pou, con plástificación facial incluída. Muchos podrían conjeturar que esta afirmación también valdría para el actual presidente, pero la cara de desgraciada de María Auxiliadora sólo nos genera una suerte mezcla de ternura y lástima que no es digna de ninguna maldad. En cambio Julita parece ser la típica mujer que trata mal a la empleada, que hace lo imposible para robarle el protagonismo a su hija durante su propia fiesta de 15, y que en su vida ha conseguido un trabajo por sus propios medios. De esta manera, Julita es la mujer pituca que 4/5 del país odian sin más motivo que el de su propia cara de mujer exitosa y explotadora de la miseria ajena.
6. MILKA BARBATO (PC)


Es impensable como recién Zona Urbana pudo escrachar a esta política durante el período de Batlle. Con la cara de trucha que tiene, los profesores de su liceo debieron de revisar su asiento cinco veces después de que Milka salvara cada examen, en búsqueda de algún trensito que justificara la aprobación ¿Quién habrá sido el desgraciado en casarse con ella? Es obvio que es un cornudo, la cara de Milka sugiere la ausencia total de lealtad, mezclado con un plus de zorra, de trepadora, de puta si es necesario, en búsqueda de una sóla cosa, la satisfacción personal. Milka, a diferencia de Julita, no tiene nada de pituca, es una chanta de mucho menor carisma, más vulgareta y, por cierto, mucho más fea.

5. SILVANA CHARLONE (FA)


Cuando busqué sus fotos en el google me encontré con algunos trabajos de quinta de un diseñador que cae en el vacío de los lugares comunes de las imágenes políticas (ejemplo: ver foto). Charlone tiene algo de Barbato y algo de Julita, siendo mucho menos extremista que cualquiera de las otras dos (ni tan vulgareta ni tan cheta). A su vez, su parentezco con Yoselem Rocamora no hace más que distorsionar aún más la imagen de la diputada, y la asocia directamente a sobornos sexuales, prostitución de alto vuelo, y lo que es peor, fútbol. En otro aspecto, Charlone mantiene un perfil de legisladora latina mexicana sexy que preocupa a las entrañas del Frente Amplio: no es fea, y todas las antiguas legisladoras de izquierda saben que por convensión deben ser un vagallo (Percovich, Nora Castro o Daisy en su momento).




4. GONZALO FERNÁNDEZ (FA)



Ex abogado defensor de los Peirano. Fernández es un tipo siniestro. No es demasiado mediático, diría que hasta discreto. Su mirada impura es chocante; hay visibles razgos de mafioso de Ciudad del Este en su rostro. Lo más paradójico de todo esto es que este señor es el canciller del país, la cara ante la cual negociamos con el resto del mundo. Si tuviera la oportunidad de estar en una reunión de negocios con él, haría lo imposible por no cerrar ningún trato e incluso no tomaría nada que viniera de su bar durante el desarrollo de la misma.





3. OSCAR MAGURNO (PC)



El "padrino" de la sociedad uruguaya, en una versión pachequista y vulgareta. Magurno es para muchos uno de los mafiosos más poderosos del Uruguay. Si bien alguna gente pone en duda esto, lo único que es completamente cierto es que su cara sí le hace honor a la nominación que mucha gente le atribuye. Miembro de uno de los sectores más conservadores del Partido Colorado, su buena relación con Tabaré Vázquez nos muestra cómo es posible separar la política y las amistades (o quizás la política y los negocios comunes). Prueba de esto es su éxito en las relaciones públicas, fundando así la asociación llamada "amigos de Oscar Magurno".






2. FRANCISCO GALLINAL (PN)




El líder de la Correntada Wilsonista basó su campaña política en 2004 con afiches que hacían acordar, principalmente por la postura en la que se mostraba, al señor Burns (ver foto): las manos cruzadas, un reloj de no menos de 500 dólares en una de sus muñecas, y una sonrisa de dueño de cabaret que intentaba sin éxito disimular su aspecto de corrupto. Es extraño que a pesar de ser líder del tercer sector con más votos en 2004 del Partido Nacional, nunca haya optado por postularse a presidente. Aún así, Gallinal ha demostrado que es un tipo con una ideología muy coherente y no ha vacilado en decidir que en las próximas elecciones apoyará a Lacalle, sin ningún motivo más aparente que el de hacer lo que hace siempre, sumarse lo antes posible al probable candidato ganador de la interna de su partido. De hecho, hace cuatro años había realizado exactamente la misma maniobra, pero adhiriéndose a la candidatura de Larrañaga, que ahora tanto extrañará los votos de la correntada.



1. LUIS ALBERTO HEBER (PN)




La eterna sombra del Lacalle. Heber tocó el cielo cuando su tocayo fue derrotado en las elecciones internas del Partido Nacional por Larrañaga, adquiriendo el primer puesto en la lista del Herrerismo para las elecciones nacionales (tras la negativa de Lacalle a postularse como senador). Pero como pasó casi siempre en las elecciones nacionales (salvo en cuatro oportunidades), el partido blanco fracasó en conseguir el gobierno y debió relegarse a la oposición. A partir de ahí, Heber volvió a ser lo que siempre fue, el secundón de Lacalle, aún más opacado que Hierro con Sanguinetti o que Nin Novoa con Tabaré.

Quizás la explicación de ser un Noob Saibot condenado se deba a la cara de garca que tiene, porque la verdad que es una inmoralidad aberrante poner una lista en la urna en la que figure su rostro. Si bien nadie ha podido demostrar si efectivamente es un corrupto, hasta los más fervientes militantes del Partido Nacional deberían admitir que se trata de un rostro impresentable.

martes, 20 de enero de 2009

Posturas turcas

Unos escasos tres días me bastaron para encontrar la fachada rimbombante del camping suburbano que emerge todos los veranos a espaldas de la fortaleza de Santa Teresa.
En un requeche de flora forestal “autóctona” costera, más de mil jóvenes se juntan en gran cantidad durante los primeros diez días a comer arroz con atún, fumar porro, tomar caipirinha y suprimir progresivamente todas sus intimidades, hasta llegar a un modelo de vida militarista-carcelario.

Lo llamativo de esta efímera modalidad de vida es que a pesar de que se trate de jóvenes cuyas hormonas desbordan la escasa capacidad impermeabilizadora de sus calsoncillos, bombachas, tangas y en mucho menor medida slips, las intimidades sexuales son las que quedan menos expuestas en esta convivencia. De hecho, salvo por algunos casos de exhibicionismo sexual de algunas muy poquitas parejas que intentaron animarse a hacer el amor a las cuatro de la mañana a más de cien metros de un pub playero, en plena oscuridad, la cantidad de orgasmos que gozan estos jóvenes en su estadía es mucho menor a la que tendrían si permanecerían en Montevideo. Así, la barrera público-privada no se separa más que por la tela de una carpa de Tienda Inglesa, que no siempre esta bordeada por un toldo.

Los fracasos exhibicionistas de los muchachos quedan despellejados en su rotundo fracaso a hacer el amor en las carpas, casi siempre por miedo a hacer ruido. Los que lo hacen en la playa no se dan cuenta que serían mucho más atrevidos si hicieran una escena de sexo violento en plena metrópoli campestre, donde la densidad llega a 5 carpas por decena de metros cuadrados. Todo esto es una lastima para los voyeuristas, que deben salir con las linternas por la playa para intentar buscar una masturbación como la que encontrarían mirando en la ventana del edificio de enfrente en plena capital.

Y hablando de la autosatisfacción, decir que las condiciones estructurales del camping la limitan hasta el punto de que hay que ser un verdadero valiente para poder autosatisfacerse con calidad. La popular “paja”, tan común como mal vista, no tiene lugar en un lugar donde se hace alarde de los cuerpos trabajados, de los bikinis a medio poner y de las colas esféricas femeninas. Todos los signos dicen sexo. Nada, ni siquiera un metro cuadrado se presta para la autosatisfacción personal, salida sexual fracasada para los valores comunes del camping.

La intimidad disuelta y el fetichismo del turco
En todos los demás aspectos (los no sexuales), especialmente si se trata de necesidades humanas, este camping genera en los jóvenes una suerte de voluntad expositiva que se demuestra en la necesidad, a priori inviable para cualquier Despótico Ilustre, de montar la carpa en medio de la muchedumbre de telas que de por sí contaminan cualquier intento de generar cierta nobleza estética en un bosque costero artificial típico de la región.

Así, todos pueden saber quién uso qué ropa el día anterior, y no mediante un ejercicio de memoria, sino solamente al ver la ropa colgada de la carpa vecina. De igual manera se puede escuchar la música de nuestros linderos, e incluso deleitarse oliendo la preparación de un arroz con arvejas.

Cuando alguien decide ejecutar un eructo a lo Pavarotti, o un pedo soberbio, es escuchado por todo el vecindario, a la par de una ensalada musical que combina a NTVG con unos peludos con guitarras que intentan tocar temas de cuatro cuartos de los años setenta, a la vez que toman caipirinha de una suerte de vasija no muy naturista hecha a base de un bidón de plástico.

Pero en este conventillo voluntario lo mejor pasa en los baños. Nada diferencia a la ducha de este camping con la que se podía ver en la impopular e infravalorada serie emitida en 2003 “Tumberos”. Un conjunto de hombres desnudos, casi siempre desconocidos entre sí, comparten (además de la extraña experiencia de verse lo que siempre han tratado de taparse) el ruido que se desprende de las órdenes del capataz de duchas, un personaje de extraño oficio (si los hay), cuyo espíritu de vocación pasa por tratar en desigualdad de condiciones a los bañistas: mientras que él siempre está vestido, las demás personas se desnudan ante su presencia. De seguro esto le debe generar una alteración importante en su personalidad, que se expresa en la forma con que apura a quienes se pasan de sus cinco minutos reloj de aseo personal.

Después de pasar por esta prueba, lo que termina de romper cualquier intimidad es la experiencia de enfrentar una taza turca. Salvo una pequeña casa de baños ubicada cerca de la playa la moza, todos los servicios higiénicos cuentan con turcos. Quienes se animan a cagar en estos verdaderos agujeros negros en circunstancias normales son personas con algún fetiche cropofágico en el mejor de los casos, cuando no es un cuadro psiquiátrico más complicado aún. Sin embargo, en este camping, cualquier persona, sin importar el posible origen aristocrático de su familia, no tiene más opción que ponerse de espaldas a este pozo de aguas oscuras y siniestras, bajarse los pantalones, ajustarse a una postura que evite la alineación de las nalgas con la ropa que acaba de desprenderse y hacer una fuerza superior a la que necesita una mujer puntadelesteña para eliminar sus seis días de estreñimiento luego de fracasar tomando siete “Ser Ciruela”. A todo esto claro está que salvo que efectivamente tenga este tipo de problemas, una vez expulsadas las heces, cualquier persona va a demorar al menos unos quince minutos en limpiarse, porque varios de los y las acampantes confesaron que se trata de una pose que ensucia mucho más las nalgas que un simple inodoro.

A esto hay que sumarle que esta ejecución se hace prácticamente sin ningún tipo de obstáculo visual que cubra la identidad física de la persona, porque las puertas de madera que tapan los cubículos casi nunca poseen tranca y son tan bajas y cortas de que no sólo no impiden que se vea el color y el diseño de la ropa que el cagante se acaba de desprender hacia sus tobillos, sino que incluso una persona de altura superior a un metro ochenta puede verle sin demasiado esfuerzo el rostro al usuario (y observar el consecuente cambio de gesticulaciones que se da segúnla etapa de defecación).

Sheetfields
Por todo esto no es raro que los visitantes menos integrados a esta suerte de conventillo carcelario, opten por un método de supervivencia que si bien es un poco más riesgoso desde el punto de vista de la integridad de la persona, también lo es un poco más emocionante (y a priori más privado).

Es así como surge Sheetfields (en realidad el nombre correcto es Shitfields, pero la obviedad de su nombre propone un cambio por razones convencionales). Se trata de un terreno, tabú para los campistas de los suburbios de la zona del conventillo, que está delimitado por estandartes fácilmente comprensibles para los visitantes ocasionales. Cuatro rollos de papel indican los vértices de las hectáreas de terreno que componen este bosque plagado de tiras de material higiénico flameante, cuyas manchas marrones cuentan al visitante que cerca de allí hay un tereso que debe ser esquivado. Otro código implícito de este lugar es que dos personas diferentes jamás pueden hacer sus heces en un mismo lugar, si esto pasara, el propio bosque encantado se encargaría de expulsar de sus campos al plagiador, mediante castigos específicos que hacen que huya de la zona.

Así como el bosque castiga a quienes copian la forma de cagar de un visitante anterior, también gratifica a quienes le hacen ofrendas (quienes defecan con abundancia en algunos lugares estratégicos). No es raro que caigan rollos de papel higiénico del cielo para quienes cumplen de gran forma con los requisitos implícitos del lugar.

Otro castigo que el bosque no tolera reside en espiar a un visitante mientras está en plena ofrenda. Si uno ve a lo lejos a un ofrendante debe huir como pueda, porque si llega a ver los ojos de la persona en el momento sagrado, podrá generar en su cuerpo una gastroenteritis aguda involuntaria provocada por el efecto psicológico de la no comprensión de una ofrenda ajena.

La oferta para los acampantes de espíritu ilustre, los Sheetfields, resulta entonces un cuadro mucho más noble.

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