viernes, 29 de agosto de 2008

Unido es lo más

No me canso de insistir en la hegemonía del amor en el mundo occidental contemporáneo. No conozco el arte de las culturas no occidentales (peco de reducción barata), pero en nuestro pequeño país, bastará unos minutos de zapping en televisión abierta o de cable para comprobar la cuasi existencia de un mundo ficticio, paralelo al real, y en realidad más causante que consecuente de éste, en el cual el amor es la finalidad última de toda vida que pretenda ser digna.

El doble efecto de esta atomización mediática banal, sin llegar a concretarse a modo de "aguja hipodérmica", baña a la gran mayoría de la juventud, cual si fuera un maremoto rosado del que todos se ahogan involuntariamente.

Es obvio que no se trata únicamente de la época actual, sino que la militancia amorosa se remite a tiempos prehistóricos, aunque siempre la finalidad fue la misma: la justificacíón del sexo. Con esto no se niega que el amor no exista, sino que su significancia social es desde tiempos inmemoriales devaluada. No es extraño que hoy en día, con la ayuda de las nuevas tecnologías, haya quienes buscan venden su sentimiento amoroso (y no sexo) a desconocidos, como si se tratara de algo posible de encontrar e intercambiar mediante un mecanismo racional.

El mundo actual es testigo la moda de la pareja de novios. Ante una eterna mirada flageladora de quienes pretenden convertir su sexualidad en lo que es (un juego de placer), la presión social logra castigar la enorme mayoría de los encuentros sexuales exigiéndoles una formalidad innecesaria. Se niega así la posibilidad de un sexo sin amor, y en última instancia, de un amor sin sexo.

La mujer, eterna ciega pero necesaria protagonista de este juego, es, como siempre, la mayor víctima del problema. Su posible etiqueta de fácil la aleja del goce despersonalizado y puro, de sus deseos más íntimos, y su sexualidad termina pasando por desamoríos formales que varían mes a mes, sin poder consolidarse en ninguno de sus paraderos legales.

Si queremos oponernos al machismo, no debemos hacerlo en base al puritanismo sexual de ambos géneros, sino que por el contrario, es necesario expandir la promiscuidad masculina hacia el seño femenino. Instaurar esta igualdad en las reglas del juego sí es el principal obstáculo para acabar con este tipo de discriminación. De esta manera y extrañamente a lo que muchos pueden pensar, las mujeres de las clases bajas son las que más han hecho en este aspecto.

miércoles, 6 de agosto de 2008

Confesiones de un oscurovidente

Siempre que tomo un ómnibus y miro los rostros de las personas que tienen el honor de viajar conmigo, me pregunto, como cualquier otro idiota lo haría, en qué mierda estan pensando estos tipos.
Más allá de las caras de culo, las risas, los i-pod, mp3 o cualquier miniatura tecnológica que lleven entre sus dedos, cada día me divierto más poniéndo incómoda a la gente. Notarán quienes viajen conmigo cómo los miró con cara de psicópata, como leo descaradamente el libro que sostienen en sus manos, o como pongo cara de asco ante la colorida bufanda de algunos jóvenes montevideanos que no distinguen la moda del buen gusto.
El viajero de ómnibus, a diferencia de aquel navegante aventurero del siglo XV, es un poroto en medio de la cacerola, que no propaga su sabor al resto de sus compañeros de olla, ni mucho menos se distingue, ni tiene la convicción de hacerlo, de los demás porotos.
En esa sopa de mediocridad es que se sumerge buena parte de nuestra insípida población uruguaya, que se contenta con la humildad, pero se confunde cuando le hablan de ambición. Y de ahí a la envidia, hay un paso de un calzado 30.
Hay que acabar con esta peste de modestidad, sacar a relucir la camiseta de superman que todos llevamos dentro, y dejar en un papel secundario la solidaridad y el sacrificio, símbolos de sufrimiento y cristianismo, para dar muestra de nuestra dignidad, y más aún, de nuestro egoísmo.
Brindemos por el fin de un país que sólo es solidario, y recibamos de la mejor manera al Uruguay más ambicioso de todos, única salida para este mundo competitivo.

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